Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitaran todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia para siempre. El Magníficat: fuente de amor y de Salvación, Templo del Espíritu Santo, camino a la vida eterna en las manos de Emanuel. Dios con nosotros.
(Lucas 1:46-55)
La nueva Eva, símbolo de la Nueva Alianza, esperanza de Israel, ejemplo de humildad, y de sumisión a la voluntad del Padre Eterno. Esperanza de los pobres y humildes de Yahvé. Un vaso precioso y escogido que dio a luz al Hijo de Dios.
Y estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María esposa de Cleofás, y María Magdalena. Y cuando vio Jesús a su madre y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre; Mujer, he hay tu hijo. Después dijo al discípulo; He hay tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
(Juan 19:25-27)
He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra. (Lucas 1:38) El término sierva indica que María ha decidido aceptar el llamado que Dios le ha extendido. Esa declaración es la versión de María de aquello que su Hijo diría en Getsemaní” …. No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42)
Como discípulos que deseamos aprender de María, ¿Cuál será nuestro magníficat? ¿Cómo expresaremos nuestro regocijo en nuestro Dios?