Los mandamientos son una parte esencial del Evangelio y son principios eternos necesarios para nuestra salvación

Jesús El Cristo dijo: No penséis que he venido a abolir la ley y los profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Os lo aseguro; mientras duren el cielo y la tierra, no dejara de estar vigente ni una i ni una tilde de la ley sin que todo se cumpla. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y a si lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos;

(Mateo 5:17-18)

Los mandamientos son una parte esencial del Evangelio y son principios eternos necesarios para nuestra salvación (Éxodo 23:3-17) El Señor los revelo a Moisés en la antigüedad y les ha dado plenitud en Cristo. Uno de los primeros mandamientos dados al hombre fue santificar el día de reposo. Dios manda a sus hijos que lo honren y hagan Su voluntad en vez de la propia en el día de reposo, y propone grandes bendiciones a quienes santifiquen Su día (Isaías 58:13-14)

Jesús recogió los diez mandamientos, pero manifestó la fuerza del espíritu operante ya en su letra. Predico la justicia que sobrepasa la de los escribas y fariseos, así como la de los paganos. Desarrollo todas las exigencias de los mandamientos. Habéis oído que se dijo de los antepasados, No mataras (…). Pues yo os digo; Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal.

(Mateo 5:21-22)

El Señor promete en su palabra grandes bendiciones espirituales y temporales, cuando cumplimos sus mandamientos y caminamos en obediencia a los preceptos de su palabra. La vida de oración, el estudio diario de las escrituras y el caminar en los convenios y ordenanzas del Eterno, nos hace vivir en la plenitud de vida que se alcanza cuando estamos en armonía con el propósito de Dios para nuestras vidas.

Este libro de la ley nunca se apartará de tu boca, sino que de día y de noche meditaras en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito, porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien.       (Josué1:8)